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MIRADA VIAJERA

El Museo Nacional de los Ferrocariles Mexicanos, Puebla

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El sueño y la realidad de ir más lejos y a mayor velocidad es un fenómeno que ocurre en todas las sociedades, tanto como la necesidad de desplazarse, ya sea por falta de alimentos o para evadir al enemigo o para conquistar por la fuerza nuevas tierras. En tiempos premodernos, los medios de transporte más rápidos fueron los animales y los barcos, hasta la ruptura producida por la extensión de la producción de hierro y de carbón, necesaria, entre otras cosas, para la invención del ferrocarril. Fue un momento importante de la primera etapa de la industrialización moderna: medio de transporte para la industria pesada, las mercancías, el transporte público y además importante para la estrategia militar.

La conquista del espacio - heroica y brutal, pero inevitable en el marco del progreso industrial- realizada por el ferrocarril pertenece al pasado. La elecrificazion de las locomotivos, lo mismo, representaba una fracción importante; ella transformado los locomotives en máquinas limpios.
La electrificación de las locomoteras igualmente representó otro ruptura importante; transformó las locomotoras en máquinas limpias. El nuevo salto se caracteriza por una competencia fuerte con el transporte por agua y automotor, así como más tarde por aire. El período actual se distingue, ya sea por la extensión o por la reducción del sistema ferroviario. La (casi) desaparición del transporte público en Estados Unidos y en México, por ejemplo, y la extensión actual y futura de trenes más veloces en Europa, Japón y China, produce diferencias que no se explican por el grado de industrialización. Es más importante la privatización o la no privatización, el rendimiento económico privado o el bienestar público.

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El breve discurso sobre el devenir del sistema ferroviario permite comprender también las diferencias entre los museos de ferrocarriles del mundo. En los países que impulsan la extensión, los museos se organizan de manera más científica e histórica y muestran el progreso técnico; en los países donde el ferrocarril se reduce al transporte de mercancías, los museos se asemejan más bien a los de arqueología. Los objetos expuestos a la mirada del público aparecen cada vez más alejados de la vida cotidiana, se vuelven objetos de antaño. En un país como México representan una época de transición histórica conocida por los jóvenes más a través del cine o de los libros que de la realidad. Por el contrario, aquellos que - como yo - han conocido los grandes viajes en tren o la monotonía del transporte diario de la casa al trabajo, reencuentran en el museo un lugar lleno de recuerdos y de sentimientos a menudo rayanos en la nostalgia.
Allí donde la expansión del sistema ferroviario continua o se mantiene, el museo refleja y reactiva las impresiones intensas de los grandes viajes. El desplazamiento rápido y al mismo tiempo lento, el vértigo de los cambios permanentes, la travesía de las grandes llanuras, bosques, colinas o periferias de grandes y pequeñas ciudades, de pueblos colgados de las montañas, de quebradas; la sensación de los túneles, el paso por las estaciones y las paradas, el vaivén de los pasajeros. Todo lleno de imágenes e historias fascinantes, incluyendo las grandes estaciones. Inclusive si entretanto casi todas se han vuelto también centros comerciales, mantienen, a pesar de todo, un reflejo de los misterios y sensaciones de otros tiempos; atraen a viajeros tanto como a curiosos, a mendigos, rateros y personas sin techo, un lugar pulsativo, febril y sin embargo un lugar preferido por fisgones y paseantes curiosos (flâneurs).

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La exposición se centra en un sector del mundo ferroviario. Se centra –ya que las locomotores y los vagones se exponen al aire libre- en los materiales guardados en la bodega. Allí descubrí una inmensa cantidad y diversidad de herramientas e instrumentos, un cementerio de cosas abandonadas que hacen revivir y reconstruir la organización del trabajo. Al contrario de las herramientas propias de nuestros días (máquinas eléctricas y electrónicas), muestran el período de la producción sucia, aquella construída por la mano de obra y los instrumentos sencillos, las locomotoras masivas y los vagones elegantes.

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Los museos del ferrocarril exponen, con buenos motivos, sobre todo los resultados: los trenes de distintos períodos y tipos. Esos lugares fantásticos estimulan la curiosidad científica e histórica a la vez que la curiosidad por la vida cotidiana y la sensibilidad estética.
No obstante: ¿Por qué traer arte a las salas de un museo ferrocarrilero? La razón más simple: en el arte actual existe una tendencia fuerte y comprensible a alejarse de los museos tradicionales, inclusive del cubo blanco. Se utilizan nuevos materiales, espacios no museísticos y conceptos con los que se organizan los objetos dados en un lugar y que sostienen a esos objetos elegidos que se arreglan como instalaciones.
Mi proyecto sigue esta concepción. Es la continuación de mi búsqueda artística con materiales sencillos y objetos ya existentes, exploración que no se somete a la noción estrecha del arte por el arte.
Por qué? Pienso que la obra de arte necesita lazos con lo real. No obstante, el proyecto no intenta historizar los objetos que utiliza. No pone en primer plano la pedagogía o la arqueología, sino lo artificial. La sorpresa y el choque, así como la ambivalencia son los criterios de ordenación. El proyecto ‘juega’ con los objetos, los organiza de otra manera de modo tal que quedan separados del contexto anterior, sin por ello perderse en un vacío decorativo y gratuito.
El arreglo sigue un concepto de forma que trasciende el uso de las cosas, pero la vieja función es aún reconocible. Las instalaciones muestran - aunque en otro contexto- la sobresiente funcionalidad y la belleza de los objetos. La presentación se apoya sobre el sentido de la forma y de los materiales. Al mismo tiempo los objetos reunidos indican claramente la época del salto inaugurada y simbolizada por el hierro y el carbón.

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El arte sin arte y de todos modos arte; arte conceptual. Arte sorprenosa. La historia está presente pero seleccionada y dispuesta de otro modo que en los museos de antropología, que más o menos reconstruyen fases históricas, que representan a la vez la noción de progreso. El proyecto, por el contrario, sin borrar el uso de las herramientas y de sus usuarios, desplaza y reorganiza las cosas. Con los objetos conocidos, al entrar en el imaginario poético, crea para los espectadores un mundo nuevo.

Antes de que empezara el hablar,
con colores, como si fuera claro.

Locomotoras sobre el paso.

Un ninio dice tiempo.

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©  Urs Jaeggi  /  Website:  Universes in Universe