home  

zurück

La Verdad en las Imágenes
                                                      Urs Jaeggi


Prefacio
Comienzo así, por un prefacio, puesto que me cabe cierta responsabilidad respecto del tema de este segundo encuentro de investigación. Tema que afecta y refuerza mi ponencia –más bien literaria, con algunas reflexiones y tesis duras.
         Las guerras ocurren en otra parte, eso es obvio. Desde la Ilustración, el arte es un terreno soberano, con sus propios hacedores de leyes: los teóricos de la estética, los mediadores (museos, comerciantes de arte y galeristas, críticos de arte, editores, etc.) y  los artistas. Para lograr éxito e infiltrarse en el mercado, los artistas hacen esfuerzos acrobáticos. En el núcleo de la Mafia, el asunto de la calidad, por decirlo amablemente, es equívoco y controvertido. Faltan reglas. Hubo décadas marcadas por la lucha encarnizada entre los que declaraban autónomo al arte y los que lo negaban, con matices en ambos campos.
         La misma polarización existió en otro debate vehemente entre la abstracción y la figuración, siempre ligado a la cuestión de hasta qué punto el arte puede ser afectado por las luchas políticas. Ambos debates combativos, el de la autonomía, y el de lo abstracto vs lo figurativo, se tocan. Era fácil ridiculizar el realismo socialista propagado en los países comunistas europeos. La opción por ese realismo fue una lucha ideológica –entre otras cosas- con la buena intención de que la clase excluída tuviera la posibilidad de comprender y de participar en la creación artística. Parcialmente, esto tuvo buenos resultados pero con un precio: los artistas sufrían restricciones bajo la dictadura de la clase dirigente.
         El movimiento del 68 mostró en su mejor momento no dogmático cómo se unen arte y política. La caída de los estados comunistas en Europa canceló, sin grandes discusiones, la distancia entre arte abstracto y arte concreto. Simultáneamente se diluía en Europa el problema de la autonomía (en principio menos decisivo).
         Uno pensaría que los problemas sociales planteados por un mundo en proceso de globalización hubieran debido revitalizar la zona de combate.
Ese combate no sucedió ni sucede. El filtro que lo frena es el arte mismo. La pretención o la existencia indiscutida de la autonomía marginaliza en tiempos no revolucionarios los problemas sociopolíticos, a pesar de los esfuerzos de algunas bienales. El campo de juego crece casi naturalmente, pero pierde consistencia y esto produce una paradoja: la autonomía se apoya en la forma (la presentación), y al mismo tiempo se multiplican las obras sin forma en la medida en que las galerías, los museos y el mercado las aceptan y las sostienen, por lo menos temporalmente. Reina una anarquía feliz, centrada y fijada en el éxito económico. Con pocas excepciones, quedan afuera los que se concentran con firmeza en los problemas masivos, en los lugares de las crisis profundas. Para que sus trabajos sean aceptados en el círculo interior del mercado del arte, son sometidos a reglas de calidad que, en realidad, para ese mercado ya no existen. Si uno quisiera, podría llamar a eso libertad o blasfemia, todo velado u oculto por discursos infinitos.
         Como para mí la guerra de las imágenes –más política que estéticamente- se muestra con más claridad en las imágenes fotográficas, he elegido la foto para mis reflexiones sobre la verdad de las imágenes, desde el punto de vista del mercado y desde la perspectiva del éxito y de los debates. Aunque reciente en el campo del arte, la fotografía está expuesta a la misma problemática que las otras artes.        
  1.  
“La Verdad en el Arte” es una frase del pintor Paul Cézanne.  No como un intento infinito de encontrar la verdad última. De la pintura explica lo que el acto pictórico le aporta, su experiencia como incentivo para otros, pero antes que nada como una demanda a sí mismo. Quiere descubrir lo que está encubierto en sus cuadros, lo que le motiva y lo que le ocupa en el arte. El filósofo francés Jacques Derrida  escribió un tomo grueso alrededor de esta frase de Cézanne. Después de una aproximación a Kant, que parte del gusto desinteresado y pone entre paréntesis la pregunta acerca de lo verdadero, Derrida se posiciona en los límites. Dice qe necesita escribir cuatro veces, hacer cuatro rodeos alrededor de la pintura. Haré lo mismo con la fotografía. Preguntar.
         Más o menos sabemos de qué es capaz la foto. Muestra algo que puede ser reconocido y algo que es difícil de descifrar. Hacer un intento de explicarlo es rendirse y ganar a la vez. La representación no es nada más una representación. Tampoco el reconocimiento es un simple reconocimiento. Cuando el pintor o el fotógrafo está frente al modelo o cuando tiene una idea (digamos que ve la imagen aunque ésta sea inexistente) debe materializar su sensación con los medios técnicos disponibles. Producirla. Del otro lado el espectador debe intuirla a través de su propia sensación y de su conocimiento. La intuición y el momento son determinantes. Lo presentado es, como en la música, detonante y el resultado no nada más algo objetivado. Es algo que impacta, fascina, algo que en el mejor de los casos va más allá de lo conocido, o bien algo que confirma lo conocido. El sistema simbólico dentro del cual se mueve el arte y también la fotografía es móvil, es frágil y también temporal. Modificable. Lo actual no podría haber sido entendido hace cien años, hubiera sido demasiado anticipado. Para el artista lo emocionante es lo aún no fijo, lo nuevo, lo abierto, o sea lo desconocido y riesgoso.
         La estética puede tratar de interpretar por qué algo es como se lo explica. Quedan opiniones, tesis que pueden ser verdad. No hay nada finito por respaldar o por sobrepasar. No se trata de la fotografía sino del acto de fotografiar. ¿Qué sucede cuando la cámara capta algo, cuando produce algo y qué sucede cuando miramos lo producido.
         Mentimos, dice el fotógrafo. Nadie manipula tan desvergonzadamente como nosotros. Los fotógrafos, los supuestos “representadores” de la realidad, enfatizan limitando y aislando. Se trata de lo sugerente. La verdad es aquello que consideramos verdadero. Por ejemplo, del horror se toma la imagen del horror, algo definido de lo indefinido, algo aproximadamente definido, de la crueldad y lo espantoso algo memorable. Las fotos son testimonios. Sumido en el sinsentido de pronto algo adquiere sentido. Una comprensión. Algo aparece, algo sorprendente, nuevo. Una alegría, un shock. Más no hay. Es mucho.Qué tan verdaderas son las fotografías?
Decimos: Las fotos están dispuestas, escenificadas, manipuladas Se ha dicho y se dice que los textos son más creíbles que las imágenes, pero también lo contrario. Ambos tienen razón dependiendo de cómo se valora. Las fotografías pueden ser armónicas, caóticas, emocionantes, pero también latosas y aburridas. Condicionadas, explican lo que muestran, también en el caso de que conozcamos la situación o creamos reconocerla. La foto es, como toda imagen, artificial. No se trata de la verdad o de la realidad definitivas, aunque se trate de ambas. Evaluamos para nosotros mismos lo que una imagen significa, por qué es atractiva, por qué nos habla. No se trata de bueno o malo, porque, como dice con razón Beckett, no es cuestión de salchichas. Las imágenes nos interesan, nos atrapan, nos pueden avasallar o dejar fríos. Ahí se encuentra su “verdad”, su fuerza expresiva. Muestran y narran.
         Las imágenes de guerra, de catástrofes o simplemente de las actividades de la condición humana, son dramáticas por el asunto que tratan dramáticas. “La historia se desglosa en imágenes, no en narraciones”, escribió Walter Benjamín, exagerando un poco. La cotidianidad y la cultura son impensables sin fotos (videos y cine); son documentos importantes, pero no son más cercanos a nuestra realidad que lo narrado (escuchado y leído). Son distintos. Las fotos, reiteradamente valoradas como reflejos de la realidad, son todo menos verdaderas y hasta los que admiran sus propias imágenes de vacaciones y familiares saben que lo representado no es lo representado, sino una imagen de ello. El acto de fotografiar, independientemente de su función de fijar algo hecho por uno mismo, mantiene siempre en su proceso, y como producto, un elemento de autorepresentación y de autoanálisis (como todo arte).Fotos de familia y de vacaciones. Las generaciones jóvenes no están cerca de la fotografía sólo porque la hay en abundancia. Las fotos permiten una memoria apoyada en imágenes que parece ser más exacta que el recuerdo sin documentos.  Tengo visualmente presente en mi memoria a una de mis abuelas porque la vi de dos años y medio en su ataúd gracias a una foto, aunque este recuerdo en mi mente, o sea, el recuerdo directo, se remite posiblemente al entierro de una tía lejana en el mismo lugar un año más tarde. Una confusión deseada. Se sabe ahora cómo las imágenes pueden falsear la memoria.
En los años ochenta, durante una entrevista sobre sus memorias de la guerra, Ronald Reagan narró con lágrimas cómo, en un avión bombardeado, cuando todos los pasajeros estaban por saltar, el joven y valiente piloto le dijo a un soldado herido que no podía saltar: “Entonces aterrizaremos juntos esta lata”. Esta cita fue tomada literalmente de la película en blanco y negro Wing and a Prayer. Reagan no fue conciente de esto, pensó que era anécdota había sido vivida por él mismo. No es una excepción. Todos reacomodamos nuestros recuerdos con la ayuda de viejas fotos. También lo hacen los historiadores: muchas generaciones de ellos han sido formadas para estudiar fuentes escritas, actas, contratos, formadas para interpretar y retomar cartas y de allí crear leyendas que, como ahora se calcula, aparecen falseadas o  incompletas en los libros de historia hasta en un ochenta por ciento.¿La verdad en la fotografìa?Hoy en día aparecen las cámaras y los aparatos fotográficos digitales como medios indispensables así como la laptop y el celular. Comunicación constante. Por todos lados, en el metro, en el café los que, como mudos, teclean en sus celulares y al lado los que a través de sus celulares hablan fuerte y desvergonzadamente en los lugares públicos; hablan como si fueran ellos los únicos que existen, y además capturan con sus cámaras, como zombies, todo lo posible: miembros de sus familias, colegas, lugares turísticos. Fotografiar se ha vuelto algo tan natural como leer, escribir, hacer música. Y es más sencillo.
         Capturar imágenes es algo muy antigüo. Cuando los habitantes de las cavernas dibujaban y pintaban sobre los muros en los descansos entre una cacería y otra, eso significaba conjuros. No se trataba únicamente de representar un objeto sino del intento de empoderamiento de lo representado, así como sucede aún con los cuadros religiosos.
         L´art est inutile, dice exagerando Ben Vautier, pero no sin razón. No es superfluo aunque surja de un excedente. Sin embargo, qué nos atrae de lo aparentemente inútil, pero avasallador, en el mejor de los casos? La respuesta redundante, pero no incorrecta es: lo avasallador.Fotografiar es arte. El hoy casi olvidado filósofo italiano Benedetto Croce, con cuya obra me topé en ese entonces, dice que reconocer el arte es simplemente intuición, ocurrencias al azar, sin embargo deberíamos ordenar y hacer propias estas ocurrencias. Esto esclarece, abarca y suena sencillo, sin embargo sabemos que el proceso es infinitamente complicado.
         Desde mis cuatro años he estado ligado al dibujo, a la pintura, a la escultura. Sin embargo durante un largo interín fui profesor de sociología (esa supuesta ciencia de la realidad). Trabajé como joven investigador en la zona del Ruhr, donde en ese momento se daba el auge de la producción de carbón y hierro y allí descubrí la importancia de la fotografía. Mis bocetos de los inmensos almacenes de carbón y de las imponentes torres y fundiciones parecían tibios al lado de las fotos cargadas de expresión de Hilla y Bernd Becher.
         Más de veinte años después retomé mi vocación de artista plástico, lo que siempre había querido hacer: trabajar con mi cabeza y también con mis manos. Entre más se acercaban mis pinturas o esculturas a conceptos e instalaciones, más claramente percibía que mis trabajos no podrían ser fotografiados por un fotógrafo. Necesitaba fotos mías, necesitaba ver mis trabajos a través de mi propia mirada y fijarlos de alguna manera. En el cambio de la escritura a la pintura y a la escultura había experimentado cómo se había modificado mi forma de mirar; ahora pasaba algo similar con la fotografía, pero menos dramático.
         Encontraba atractivos los cuartos oscuros de mis amigos, pero lo técnico quedó siempre como algo secundario. Echarle un ojo a cómo aparece una foto es para alguien ajeno casi un acto sagrado, distinto, pero igual de fascinante como lo son hoy las pantallas de las computadoras. Si uno quiere, transforma fotos milímetro a milímetro con programas sofisticados. Aún más cuando se crean locas imágenes inventadas. Fotos propias, Baudrillard, Richter, LohschützFotografiar ¿auténtico, o acaso verdadero?
Los hacedores de las primeras fotografías trataban de captar la realidad: Distintos mundos, retratos, imágenes urbanas y campiranas, escenas de guerra, rebeliones. Cualquier cosa. Imágenes en blanco y negro, enfocadas o fuera de foco, retocadas o no, a veces coloreadas y montadas. Los mismos motivos que interesaban también a los dibujantes, pintores y escultores. A los primeros fotógrafos se les atribuyó rápidamente más realismo, más cercanía a la realidad que a los pintores, grabadores y dibujantes. ¿Pero es una imagen una imagen verdadera porque reproduce lo que existe o lo que pudiera existir, o sólo muestra lo que muestra. Pero qué muestra y a quien? Todos “leemos” imágenes de distintas formas y cuando los juicios coinciden es porque depende de lo aprendido, de la comparación, de un orden sistemático. Los historiadores y críticos del arte producen categorías y conceptos para explicar imágenes que se ajustan constantemente a lo nuevo y que son asimilados más o menos dócilmente por ellos mismos, los círculos de expertos. También sabemos que no es suficiente categorizar. Es un rasero burdo que  tiene sentido en un comienzo.
         Quedándonos con la fotografía, es emocionante reconstruir cómo se ha modificado la valoración de imágenes tomadas por reporteros frente al evento o suceso. En principio las fotos de reportajes, al igual que las de familia y las de aficionados, se tomaban como documentos válidos. Luego, los retratos y las fotos de familia fueron las primeras en considerarse artificiales. La obviedad de la escenificación (el montaje o bien el retoque) de los primeros retratos y las fotos de grupos que hace de las viejas fotografías algo tan fascinante, las lanzó, relativamente tarde, pero con fuerza, a las alturas del arte.
         Para el desarrollo posterior del acto fotográfico fueron importantes los reporteros y los aficionados curiosos que trabajaron con instantáneas, gracias a cámaras más pequeñas y más rápidas.Fotos antigüas (Retratos escenificados)
Fotografías artísticas aunque no eran consideradas como tales en aquel entonces. Artesanía y obsesión. Para Paul Virilio, el teórico de la aceleración, no existe una foto que no sea in situ. Toda foto debe tener su lugar, sucede en el instante. Es sorprendente que no sólo por esta razón sino también por la digitalización, Virilio anuncie, más que una crisis, la muerte de la historia de la fotografía, ya que ahora todo se puede modificar, nada tiene permanencia. “Desaparece en el momento de haber sucedido”. Para él la fuerza de la fotografía reside en la inmediatez de la percepción del instante, aunque él seguramente sabe que esto es solamente válido para una parte de la fotografía. Aunque Virilio haya desistido de externarse acerca de la verdad, para él las fotos “autentifican” escenas, sucesos y personas que son verdaderas.
xxxxxx
         “Sucedió alguna vez” dice Roland Barthes con razón. En realidad las fotos nunca han sido “verdad”. Pareciera que transmiten un alto contenido de realidad, sin embargo, para los fotógrafos profesionales, tanto la escenificación como el retoque son casi una ley. Sus fotos, (CUALES, DE CUAL EPOCA?) que parecieron más “verdaderas” que muchas de las fotografías artísticas actuales, fueron siempre “cuadros” escenificados.Fotos pintadas, foto fotos, instalaciones naturales. La fotografía predigital, pero especialmente en blanco y negro, goza hoy de una nueva autenticidad que no tuvo con sus contemporáneos. La nueva percepción no tiene que ver con cercanía o fidelidad a la realidad sino con cualidades estéticas. Las fotos de Hilla y Bernd Becher -al mismo tiempo precursoras y punto culminante de un estilo que logró altos precios en el mercado del arte- se vieron al inicio como fotografías documentales. Las fotos adquirieron autenticidad y relevancia al unirse  a un comentario, y éste se volvió importante o posiblemente más importante que las imágenes mismas. Hoy se ven como imágenes autónomas altamente valoradas y valuadas como arte. La presencia dominante de la fotografía en galerías y museos de arte se dio paralelamente a la imposición del arte moderno que, sin ignorar la figuración, imponía la abstracción y modificaba la figuración hasta convertirla abstracta.
         La anotación de Virilio de que la tecnología, apoyada por el pensamiento tecnológico, ha posibilitado lo peor, siempre y en todo lugar coincide con Heidegger, Günter Anders  y otros críticos que argumentan más cuidadosamente. Pensar que la digitalización puede modificar todo posteriormente es ver las cosas del lado equivocado. Si desde un principio las fotos fueron escenificaciones, entonces el desplazamiento hacia la intervención posterior es un desarrollo forzoso. Las fotos son artificiales. La pregunta es ¿por qué las fotografías nos fascinan una y otra vez? El pronunciamiento por el fin de la fotografía es igualmente apresurado que por el de la pintura.
Las fotografías en la era de lo digital son otra cosa que en los tiempos de Lumière; independientemente de lo técnico, el resultado es siempre el mismo: imágenes. Imágenes, distintas de aquello que percibimos con nuestros ojos, constructos artificiales, que dependen de cómo las hace el fotógrafo y de cómo las vemos. Su reconocimiento material lo adquiere a través del mercado, como lo hace todo arte. La necesidad por la novedad, apoyada por críticos y teóricos del arte, hacen hoy de la fotografía algo tan valioso como la pintura, el arte conceptual y las instalaciones. El éxito y el ocaso proclamados casi paralelamente son dramatizados como “manifestaciones de la muerte, el museo y el fin” así, dice Virilio, descubrimos de nuevo el  “engaño”. De hecho, significa alienación. Desde la crítica cultural de la Escuela de Francfort, ¿cómo podemos superar la vida alienada a través del arte si la cultura existente es básicamente una cultura de medios y se define a través de la economía?
Ni las obras de arte ni el gusto artístico son definidas con criterios “independientes” y meramente objetivos, pero tampoco con criterios exclusivamente subjetivos. Las tecnologías dominantes con sus mundos correspondientes dejan espacios libres de distensión. Aún es posible intentar, inclusive con la foto, irrumpir en ellos.Quiero demostrarlo al final con dos fotógrafos mexicanos y uno palestino Instantáneas de millones de seres que deambulan por el mundo e ininterrumpidamente se lanzan a fotografiar con el celular o la cámara. Las fotos son más sencillas de hacer que escribir o pensar, pareciera quehacer de niños. De todas formas, la creciente corriente obscena no detendrá el registro cuidadoso (actualmente los historiadores se ocupan de reflexionar más acerca de su interacción con las imágenes). Sean en blanco y negro o en color, seguirán surgiendo imágenes sorpresivamente intensas. Al igual que se estancó el debate entre la fotografía blanco y negro vs la de color, se estancará el de digital contra análogica. También es cada vez más irrelevante si el fotógrafo termina el producto él mismo o no. Siempre existirá la foto “verídica” (la que tiene un fuerte contenido de verdad). Fotos que perduran, sean las altamente escenificadas y las altamente artificiales, las libremente imaginadas que evocan lo desconocido o las surreales,  las reales que fijan el terror, nuestro lenguaje del cuerpo, nuestras emociones, miedos o esperanzas. Imágenes vibrantes y silencios que nos quitan el aliento. Debido a la tecnología, lo artificial se vuelve aún más artificial y más “real”; también seguirá habiendo instantáneas sorprendentes y fotos muy sencillas.
         Descubrí que las imágenes pueden hacer visible una realidad que busco tanto en el arte como en la vida.

Traducción: Mónica Castillo
Revisión: Graciela Schmilchuk

 

zurück zu

zurücktexte

zurück

©  Urs Jaeggi  /  Website:  Universes in Universe  &  María Linares