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¿Por qué proponer una exposición de Urs Jaeggi en México?

por Graciela Schmilchuk

Yo tengo una antigua fascinación por la mirada, por la diferencia y semejanza entre distintas miradas sobre una misma cosa. ¿Cómo percibimos y alcanzamos emociones y reflexiones distintas? ¿Acaso sólo son diferencias entre individuos o también entre generaciones, sexos, niveles socioculturales y culturas diversas? Con estas preguntas investigo públicos de arte y de museos.

Pero además una cierta historia errante, mi propia llegada a México y el palimpsesto de impresiones y cimbronazos aquí vividos me hicieron tomar más conciencia aún de cuánta importancia tiene la mirada de lo diverso, de lo no mamado. El cruce de miradas, pues, para construir relaciones personales, culturales y aún políticas, distintas a las previsibles en la historia de cada quien.

Una amiga e interlocutora con la cual pude compartir este tema fue Barbara Beck. Además de ser politóloga alemana especializada en México, Barbara puso mucha energía en llevar y traer exposiciones e intelectuales en la ruta Berlin-Mexico-Berlin. Lilli Engel y Raffael Rheinsberg fueron conocidos aquí gracias a su impulso, y Maris Bustamante, Magali Lara, Carmen Boullosa, y yo misma, fuimos recibidas con los brazos abiertos en Berlin en virtud del mismo impulso.

Compartí con Bárbara Beck la necesidad de crear canales, de tender puentes para producir encuentros sólidos, fructíferos, de esos que tienen largas consecuencias. No se trataba para ella, ni para mí, sólo de mover exposiciones de un lado a otro, sino de lograr que algunos artistas alemanes conocieran el México no turístico, hicieran intercambios y generasen solidaridades con colegas, estudiantes, personas y lo mismo con los mexicanos que llegan a aquellas tierras.

Tuve oportunidad de visitar museos y galerías, de conocer artistas, algunos consagrados por innumerables instituciones y el mercado del arte. Me interesaron, sin embargo otras voces, otros quehaceres muy valiosos y personales, como el de Urs Jaeggi, artista suizo que reside en Berlín desde hace 30 años, alejado de cualquier moda, y con algunos rasgos que percibo que podrían encontrar eco en México y que México podría ser terreno propicio para su propio devenir artístico.

La trayectoria de Urs Jaeggi, escritor, sociólogo y finalmente artista plástico es desde el vamos poco convencional. Y menos convencional aún cuando echa a andar su capacidad de reflexión y de creación alrededor de problemas fundamentales de nuestro tiempo: el trabajo, el desempleo, el desamparo social, la violencia, el racismo, y en este caso las identidades y el sentido y el futuro del arte.

La abstracción, la economía de recursos o el minimalismo marcan casi toda su obra, excepto parte de sus dibujos. Desde hace unos años, los conceptos y los espacios estructuran su trabajo. Al exponer pintura o escultura, su sensibilidad museográfica iba convirtiendo esos conjuntos de obras en instalaciones para sitios específicos, hasta que las instalaciones se manifestaron claramente como tales. Entre ahora y ahora es un trabajo in situ, en relación con las características y dimensiones de las salas asignadas y con su visión del México que ha alcanzado a conocer.

Me ha interesado particularmente la dirección que toma su preocupación acerca del sentido y el futuro del arte y de la vida misma. Envuelto en las contradicciones del intelectual racionalista y el creador -cuyo territorio es el de las sombras del caos- Jaeggi parece querer acercarse a la fuerza de lo sagrado, perdida en Europa hace tanto tiempo, a través de una plástica percutiva, contundente. De allí las poderosas oposiciones que se encuentran en su producción: blanco y negro, orden y caos, vida y muerte.

Otra forma de acercamiento a esa dimensión mayor del arte es a través de un atreverse con el vacío, con el silencio, y la desconstrucción, como artista plástico y como poeta. Vacío y silencio son experiencias evocadas por el abismo de la muerte o del sinsentido, inspiran temor. Se responde a ella con una actitud creyente: la hipótesis de que hay algo invisible detrás de lo visible, de que hay sentido en la ausencia de significación aparente, o bien respondemos de manera tautológica diciéndonos: esto es esto, blanco es blanco, columnas son columnas. Es la actitud creyente -y como tal llena de dudas y de angustia- la que vislumbro que guía las intenciones plásticas de un artista tan agnóstico como Urs Jaeggi, y que le abren el camino a la calidad poética y ética de su obra, camino por cierto incursionado por otro escultor suizo: Giacometti.

Al entrevistar a Jaeggi en Berlín, en su departamento situado a pocas cuadras de donde vivió Mathias Goertiz en su juventud, se me iban haciendo cada vez más claras las afinidades y distancias entre los dos artistas. Por las tendencias minimalistas de ambos, la atracción por las torres, las pirámides, pero, sobre todo porque ambos encontraron en México uno de los eslabones perdidos entre lo antiguo y lo moderno, lo sacro y lo profano. Jaeggi no conocía nada de Mathias, y creo que sus intenciones e ideas diferían. Goeritz, una generación mayor que Jaeggi, sufrió la Segunda Guerra Mundial demasiado cerca, y su carrera resultó una reacción emocional a esa guerra. Jaeggi era muy niño, vivía en Suiza, y pudo elaborar, junto con sus coetáneos, respuestas más reflexivas.

Estos son algunos de los motivos que me llevaron a proponer una exposición de Jaeggi a Silvia Pandolfi, justamente porque es la directora de museos que se ha comprometido más con »esas otras voces« paralelas de las corrientes dominantes en el mundo artístico.
Acerca de la calidad artística de la obra y las ideas de Jaeggi no me caben dudas, y si no hablo más de esto es porque lo doy por sentado. Lo que se ofrece y se pretende es esa rara posibilidad de la emoción, esa alteración de la respiración, un contener el aliento, un gesto inesperado... Y en algún momento quizás, un un pensar, un ver las cosas de otra manera.

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© Urs Jaeggi  /   Website: Universes in Universe