índice no. 34
José Roca
Reflexiones críticas desde Colombia

20 de marzo de 2001
Del 24 de Mayo al 25 de Junio de 2000 se presentó en APEX Art Curatorial Program de Nueva York - espacio dedicado a la investigación sobre asuntos curatoriales - la exposición 'Defina' contexto, cuya curaduría estuvo a mi cargo. La exposición reunía obras de artistas que ponían en cuestión la noción del »contexto adecuado« para la recepción de la obra de arte, y la mayoría de ellas lo hacía de manera alegórica: Delcy Morelos, Miguel Ángel Rojas, Juan Fernando Herrán, Antonio Caro y José Alejandro Restrepo. Como curador, me pareció importante que el contexto »real« estuviera allí e invité a Jesús Abad Colorado, reportero gráfico del periódico El Colombiano en Medellín, quien ha cubierto desde hace varios años los escenarios del conflicto armado.
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Abad Colorado ha seguido los desplazamientos humanos causados por las guerras internas de Colombia, mostrando la transformación del paisaje rural debido a la violencia política. Las imágenes crudas en la televisión y en la prensa son algo común aquí, así que la sensibilidad visual de los colombianos ha sido anestesiada como resultado de una prolongada exposición a los hechos violentos. No hace mucho, los canales locales de televisión acordaron presentar las imágenes de las masacres únicamente en blanco y negro como una forma de mediar la violencia, medida que solo duró unas pocas semanas hasta que también fue integrada en nuestra conciencia visual, con lo cual su rol fue neutralizado. Esta de-sensibilización contrasta con el efecto subliminal de las imágenes violentas - que resultan en una amenaza colectiva - tal y como en otras épocas la exhibición pública de aquellos asesinados por la Mafia servía como advertencia para otros: en su imperativo de informar, el periodismo gráfico está siendo secuestrado por aquellos que trata de denunciar. Las fotografías de Abad fueron presentadas en una proyección de diapositivas, para hacer énfasis en la naturaleza efímera de una fotografía dada en su circulación en los periódicos, pero también como una forma de señalar la ausencia de impacto visual que tienen las imágenes crudas en un contexto saturado con ellas.

A finales del año pasado, Jesús Abad Colorado fue »retenido« (eufemismo utilizado para referirse al secuestro por los »actores del conflicto«, en sí mismo otro eufemismo propio de una guerra con proceso de paz en marcha). A pesar de que ya había sido secuestrado anteriormente, en esta ocasión Abad Colorado sintió el hecho como un incidente de mayor gravedad por la circunstancias que rodearon el hecho.

El día que me enteré del secuestro envié una nota a través de la Columna de arena en solidaridad con Abad Colorado, quien fue liberado al cabo de tres días. Cuando me enteré del secuestro, dudé antes de enviar la nota (que muchos de ustedes recibieron), y le comenté a alguien que podría tratarse de un secuestro con fines políticos y que tal vez no era tan grave; mi duda evidenció que los colombianos, a fuerza de vernos confrontados cotidianamente a noticias atroces, hemos perdido la perspectiva del valor de las cosas: un solo día de privación de la libertad es un hecho de la mayor gravedad. Creo que le debo algo más a quienes leen esta columna, así que le he hecho una entrevista a Jesús sobre lo que significa la acción cultural en tiempos de guerra.

José Roca
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Comentarios
Pregunta José Roca: ¿que sentido tiene hacer actividad cultural - o periodística - en tiempos de conflicto, y en la situación actual de Colombia?

Responde Jesús Abad Colorado: Voy a tratar de responderte con claridad. Además, me das la oportunidad de teorizar algo que he venido haciendo de forma muy oral, sobre la fotografía de prensa y el conflicto en Colombia.

Tengo una convicción como periodista, como colombiano, y es acerca de la misión y la responsabilidad social que tenemos todos los que producimos ideas. Desde ahí asumo mi responsabilidad periodística de contar la historia y traducirla en imágenes - fotografías - para no olvidarlas. No para que se vuelvan historia de un día como pasa con los noticieros de televisión o los periódicos, sino para que se vuelvan parte de la memoria. Para mantenerlas presentes, como documento de la tragedia que vivimos, en un país lleno de contrastes y riquezas. Quedan también como testimonio para que el olvido no se siga repitiendo en esta cadena interminable de dolores sin duelo. O tal vez para que hagamos algo y nuestros hijos e hijas no sigan viviendo y repitiendo esta barbarie. Es aportar a la de-construcción de un orden simbólico, instituido alrededor de la guerra y de quienes la hacen, con imágenes e historias de otros espacios construidos por hombres y mujeres que hacen de la risa, la palabra, el trabajo y la vida, esperanza y creación. La palabra y el arte seguirán siendo nuestro mejor argumento.

JR: En un episodio histórico de nuestra gesta libertadora - un acto que ha devenido mítico - Antonio Ricaurte esperó a que el enemigo lo cercara y le prendió fuego a la munición, volando él y los enemigos y cortando de manera decisiva su avance: su sacrificio tuvo un efecto tangible. Hablas de »hacer algo para que nuestro hijos no sigan viviendo esta barbarie«. Pero la cifra de periodistas asesinados en el conflicto colombiano es aterradora, y hasta ahora son crímenes impunes. Voy a decir algo que suena crudo: tu trabajo le importa a mucha gente, pero tu muerte no cambiaría nada: solamente sería sentida por tu familia. ¿que hay de la responsabilidad con tus propios hijos?

JAC: Preguntas algo que me tiene sacudido hace buen tiempo, pero se me alborotó después del último secuestro. No he querido ser héroe, ni para mis hijos ni para nadie. Me duele que conozcan esa historia cotidiana que me ha tocado cubrir en el trabajo periodístico. Da nauseas saber que vivimos en un país rico, pero donde los actos de barbarie y corrupción no tienen límite.

Entiendo hasta donde llega mi responsabilidad y mi capacidad con mi familia. Con el trabajo que realizo mi familia se ve afectada de una u otra forma, sienten temor por lo que pueda pasarme, a veces teniendo y viviendo demasiados riesgos, pero es cierto también que han conocido un padre sensible, humano, tierno y juguetón, que les habla de respeto y dignidad. Un padre y una madre que entienden el significado de las palabras justicia y sobre todo la de solidaridad. Puede sonar chistoso, pero en casa compartimos un proyecto de vida y de comunidad.

Seguramente después de los dos secuestros no soy el mismo reportero, el de las batallas que arriesga la vida, por ser el primero en mostrar o contar una historia. Hoy existe una persona más humana, con mayor responsabilidad de su vida y su trabajo, pero también consciente de los riesgos y miedos. Cuando hablo de hacer algo, es mi reflexión, en el sentido de darle más protagonismo a los actos que reclaman por la vida, organizados desde múltiples espacios de esta sociedad y que no son escuchados por los medios de información, precisamente por estar transmitiendo en directo el sonido de la bala.

JR: Es de público conocimiento que recientemente estuviste »retenido« (eufemismo propio de la guerra en que estamos) por un grupo guerrillero. ¿tuviste acceso a prensa o radio? ¿Cómo se percibe la información desde el otro lado?

JAC: Solo tuvimos acceso a radio. Los periódicos al campo llegan envolviendo jabones y cartones de cigarrillos, a veces cebollas y sirven para iniciar el fuego de los fogones que improvisan en las montañas. Desde esa orilla se siente más el vacío y la impotencia que dejamos los periodistas en esta sociedad, presentando solamente como realidad, las estadísticas de barbarie y la historia construida por los actos de violencia y corrupción, sino también tejida por los actos de vida y llenos de esperanza de tantas comunidades y de colombian@s honest@s que producen ideas y actos de paz.

También duele sentirse mercancía en un proceso, donde el grupo armado, busca a través de la retención o el secuestro protagonismo con sus pronunciamentos y obtener de los medios vocería a sus exigencias. Lo que más duele y es muy triste es verse rodeado de un puñado de jóvenes, casi niñ@s, armad@s, que tienen como argumento fusiles y no palabras, que lesionan y destruyen, que generalmente montan retenes clandestinos y queman carros, secuestran y asesinan sin remordimientos, porque viven y hablan de la guerra como si fuera una fiesta, que heredaron por no tener otra opción de vida en sus pueblos... y pensar que los medios solo vamos a estas poblaciones lejanas y cercanas en la medida que hacen noticia, pero a partir de la violencia y no de la creación y tenacidad de sus habitantes.

Es pensar en otras posibilidades de información que le den también sentido a la vida. Es compartir, en mi caso, con otros secuestrados y sus sueños y anhelos. Es saber que tenemos ventajas para salir más rápido, qué paradoja!! y es también saber que alguno no va a regresar. Sabías que un policía (que estuvo con nosotros) de 23 años, Mauricio Yacué Salazar, lo mataron en cautiverio 20 días después?. Es saber que eres noticia, mientras no haya peores por contar.

¿Sabías que los desplazados ya no son noticia porque todos, para muchos periodistas y jefes de redacción, son iguales y no serán parte informativa del día, si no están antecedidos de actos de barbarie contra una comunidad?

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