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Contribuciones al foro »Curaduría vs. demagogia participativa« - Columna no. 29

Carlos Augusto Pinilla: Los origenes de los problemas

(11 de agosto de 2000; integrante del colectivo crítico Ojotravieso)

Siempre he creído que los jovenes en el medio colombiano cumplen con el tierno papel de las gacelas en las sabanas africanas: son las víctimas de cuanto depredador se atraviesa. Un joven cuando intenta ser artista está condenado a sufrir, en primera instancia, las malformaciones de las academias o instituciones educativas.

Esto se hace evidente en las muestras de trabajos de los estudiantes de cualquier entidad del país. Las carencias van desde lo que antes se llamaba »el oficio«, que incluye el color, la composición, el »respetuoso« manejo de los materiales, los montajes de las obras, etc, hasta los »conceptos«, que oscilan entre el desconocimiento total de la historia del arte y la estética, y la confusa avalancha de conceptos rebuscados, mal copiados y peor relacionados, de los filósofos y pensadores de moda. Cualquier acción creativa, cualquier proceso formativo, parece sustentarse con las muy trilladas muletillas de »Arte contemporáneo«, »estética extendida«, »duchampiano«, »neo-neo«, lo chévere, lo light, etc..

Luego de su larga gestación en el siempre irrespirable y viciado vientre materno de las academias, los »jóvenes artistas« se deben enfrentar a un medio hostil, donde solo sobrevive el más fuerte y para el cual ninguno ha sido convenientemente preparado. Los pocos espacios para »pastar« ya están ocupados por los mayores, en algunos casos con mucho mérito.

La depredación comienza. Algunos podrán figurar en eventos regionales o exposiciones colectivas de poca monta, donde serán despedazados por hienas y chacales. Otros, siguiendo el ejemplo de los depredadores, tratarán de cambiar de apariencia y copiarán ciertas estrategias (fiestas y comidas para los »amigos«, una que otra orgía, regalitos para los curadores y directores de instituciones, etc). Al final serán consumidos por guepardos y leones. Los pocos restantes, con alguna fuerza buscarán nutrirse mejor, crecer y ser gacelas, que esperarán pacientemente su turno para poder situarse en los mejores pastos. Nada es seguro.

Finalmente el rebaño de Ñus y cebras, los espectadores, observan sumidos en el aburrimiento y la desidia, el pobre espectáculo que se les presenta, solo excitándose cuando alguna de las gacelas mayores demuestra su agilidad, experiencia y virtudes al sortear, con enorme gracia,los embates de los depredadores.

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©  Texto: Carlos Augusto Pinilla; Columna de Arena: José Roca

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