índice no. 29
José Roca
Reflexiones críticas desde Colombia

18 de agosto de 2000
Foro de discusión

Curaduría vs. demagogia participativa

Hace unos días finalizó en el Museo de Arte Contemporáneo del Minuto de Dios la exposición »Espacios entretejidos«, la cual forma parte del »Proyecto Pentágono«, conjunto de cinco exposiciones que surgieron como una alternativa al Salón Nacional. Contrario a la modalidad de convocatoria abierta utilizada en el Salón, el »Proyecto Pentágono« recurrió al modelo curatorial, en el que un curador o curadores escogieron, luego de un largo proceso de investigación, a los artistas que conformarían sus muestras. Las otras exposiciones que completan el proyecto son »Materialismos«, muestra que recoge planteamientos escultóricos curada por Jaime Cerón y Humberto Junca; »Actos de Fabulación«, curada por Consuelo Pabón, que se enfocó en las llamadas artes del cuerpo; »Historias, escenas e intervalos«, curada por el escultor Juan Fernando Herrán, en torno a la fotografía y el video, y »Después del límite«, muestra a cargo de María Iovino, cuya curaduría establece una genealogía en la figura de artistas y obras seminales (Beatriz González, Antonio Caro, Miguel Ángel Rojas, Bernardo Salcedo, Carlos Rojas y Oscar Muñoz) para el desarrollo de la pintura y el dibujo actuales en Colombia.

Lamentablemente, y a pesar de que las curadurías están listas, no se han podido lograr los recursos y sedes para realizar dos de ellas, con lo cual el medio artístico ha dado por denominarlo sarcásticamente el »proyecto triángulo«. Las curadurías que conforman este proyecto son sin excepción trabajos serios de investigación, que implicaron viajes de los cinco grupos de curadores a las principales ciudades del país (o al menos a aquéllas en donde hay una actividad artística significativa), y aunque en algunos casos (particularmente en »Después del límite«) la lista final de artistas es un tanto previsible, podría decirse con certeza que la función que siempre aspiró a cumplir el Salón (ser un »termómetro del arte del país«) se logra en ellas de manera más contundente: estas exposiciones, cada una en su tema, presentan un verdadero panorama de lo que sucede en la escena artística colombiana, y las omisiones no son significativas.

En contraste, en el último Salón Nacional - que pretendía presentar el famoso »corte transversal al arte del país« - no participaron la mayoría de artistas que animan la discusión contemporánea: además de Caro, Muñoz, Rojas y González, se podrían añadir nombres como los de Germán Martínez, Carlos Salazar, Rodrigo Facundo, María Teresa Hincapié, Rolf Abderhalden, Danilo Dueñas, Jaime Iregui, Víctor Laignelet, Carlos Salas, María Fernanda Cardoso y el mismo Herrán, todos ellos ausencias protuberantes en un evento que pretendía mostrar el estado del arte en nuestro medio.

Retomo este tema a raíz de dos artículos recientes aparecidos en el periódico El Tiempo, que ponen de nuevo en escena el tema del Salón. En uno de ellos, la Ministra de Cultura Consuelo Araújonoguera contesta a la pregunta obligada: »¿Se debe hacer el Salón Nacional?« con un vago y ambiguo: »Siempre que no sea elitista«, dando tal vez un apoyo tácito al Salón, que responde al modelo »democrático« de la supuesta participación de todos.

Cualquiera que esté medianamente familiarizado con la mecánica del Salón sabe de sobra que esta demagogia de lo participativo enmascara el hecho de que muy rara vez un artista regional tiene figuración en el Nacional, y que los Regionales - necesarios en contextos en los cuales no hay una actividad artística significativa - son en realidad una ilusión para los artistas de las regiones de poder insertarse en un centro - representado en Bogotá - en el cual su papel es por lo general modesto (una ampliación de esta discusión se puede consultar en Columna de Arena, número 11).

Pero el problema de fondo es que no se le ha dado la oportunidad al modelo curatorial planteado por »Pentágono« de mostrar sus bondades (o sus defectos): los presupuestos de producción son mínimos, lo cual ha significado que dos de las exposiciones no se hayan podido (hasta ahora) presentar. Cabría preguntarse si el Museo de Arte Moderno no sería el escenario natural para alguna de estas excelentes muestras, máxime cuando el Museo recibe un aporte del Ministerio de Cultura: sería una justa contraprestación, además de una excelente oportunidad para el Museo de Arte Moderno de reafirmar su función de ser un espacio activo para el arte contemporáneo.

De otra parte, y ante la escasez de recursos en Mincultura, sería más lógico producir y montar unas exposiciones cuyas investigaciones y curadurías ya pagó el ministerio - de las cuales ya hay inclusive un catálogo editado - en vez de empecinarse en realizar un costoso Salón Nacional para satisfacer la nostalgia por un evento caduco.

El lunes pasado [14 de agosto] salió una nota sobre los concursos de la Alcaldía Mayor en áreas como música, poesía, novela y cuento; en el área de plásticas, se trata de una convocatoria a una exposición colectiva »eliminatoria para el salón Nacional de Artistas Colombianos, con un premio de 10 millones de pesos«. ¿No sería más racional, en tiempos de austeridad, que la Alcaldía aportara al Ministerio los recursos necesarios - que no son muchos - para evitar que un trabajo ya realizado se quede, como muchas cosas en este país, archivado en un cajón?

Frente a unas críticas a priori que no le han concedido el beneficio de la duda, la mejor manera que tiene la nueva ministra de demostrar que hay un respeto por el trabajo de sus predecesores es ayudando a que un proyecto como »Pentágono« no se quede incompleto. Una vez hayamos visto las cinco exposiciones, podremos criticar este nuevo modelo con conocimiento de causa, y podremos, si es el caso, añorar el viejo Salón Nacional de Artistas.

José Roca

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  Foro
A partir de un cruce de cartas entre el colectivo crítico OJOTRAVIESO, el crítico y curador Carlos Jiménez y yo mismo - en el que se discutía la función de la crítica y la legitimidad de las instituciones - se planteó la idea que nuestra discusión se abriera al público. He decidido colocar esta discusión como anexo a la Columna 29, aunque las primeras comunicaciones fueron anteriores, y he suprimido el cruce de cartas inicial por considerarlo anecdótico.
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