índice no. 14
José Roca
Reflexiones críticas desde Colombia

3 de mayo de 1999
Biblioteca natural  

Pedro Ruiz: Mariposas, 1999. Mariposas disecadas, fotografíaHace poco se presentó en la Galería Diners »La Biblioteca Natural«, proposición del artista Pedro Ruiz en la cual se involucró un grupo amplio de artistas, intelectuales y practicantes de diversas disciplinas. La exposición en sí misma consistía en la creación, al interior de la Galería, de una idea de Biblioteca, con todo lo que ella implica: taxonomía, archivo, lectura, consulta, y estaba complementada con un amplio programa de conferencias y encuentros subrayando así que la propuesta no se quedaba en asociaciones o en metáforas superficiales sino que se planteaba como un espacio de reflexión crítica sobre el conocimiento, y sobre el papel del artista en la sociedad.

Las estrategias de presentación fueron diversas: pupitres, estantes, pinturas, cuadernos de notas, objetos colocados en los muros. Las estanterías »(...) cuya talla no sobrepasa aquella de un bibliotecario de altura normal...« recordaban las indicaciones que daba Borges en su Biblioteca de Babel , y las asociaciones con su obra son inevitables, con lo cual caigo sin remedio en el clisé al momento de escribir esta nota.


Las bibliotecas se construyen por acumulación de saberes y por la clasificación de los mismos en categorías, lo cual es lo único que permite moverse a través de la información que guardan. Pero toda categoría es arbitraria, como parece recordarlo la agrupación de artistas y obras que conforman esta exposición. O tal vez es esto lo que le da la coherencia a la propuesta entendida como obra colectiva, y justifica la inclusión de obras de pobre factura: la biblioteca, como el universo, se compone de lo bueno y lo malo, lo trascendente y lo mediocre, y todas las gamas intermedias.

Borges hablaba de que »un libro es todos los libros« en el sentido en que la cultura es una construcción colectiva que siempre se remite a los logros precedentes, y nos da muchos ejemplos de este Libro Mayor: su libro de arena (ideal para esta exposición) no terminaba nunca, y cada página leída se perdía en la noche de los tiempos, pues nunca lector alguno podría volver a encontrarla. En la Biblioteca de Babel nos evidencia que bastaría un solo libro con un número infinito de hojas infinitamente delgadas, para volver la Biblioteca inútil. En ese libro hipotético, suma de saberes, el universo se encontraría justificado. Lo anterior se emparienta con una bella frase citada por Antonio Caballero, con la cual se justificaba la destrucción de la Biblioteca de Alejandría: si todo lo que ella contenía no estaba en el Corán, la Biblioteca era sacrílega; si sí estaba, entonces era superflua.

A pesar que la exposición debe ser entendida como una creación colectiva, vale la pena singularizar algunas de las obras. Mientras que algunos de los »volúmenes« caen en lo obvio (los papiros de Carol Young, las tabletas de gres con escrituras arcaicas), otros se destacan por la delicadeza de su factura y por la claridad de sus postulados: las clasificaciones de Ramírez Villamizar, los dibujos del Jim Amaral de mejores épocas, las delicadas pinturas de Delcy Morelos, las escrituras de fuego de Ana María Rueda, los libros de dibujo de Gabriel Sierra. Mirando las obras - que se sustituyen metafóricamente por los libros - cabe recordar que, según Borges, todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio supone un pasado que los interlocutores comparten. Esta reflexión hace que nos preguntemos sobre los lenguajes del arte, y en particular sobre los del arte contemporáneo: ¿están ya socialmente integrados? ¿es posible hacer el vínculo entre recuerdos personales y memoria colectiva, y es suficiente este pasado compartido para tener una experiencia estética que no esté reservada a los iniciados?

Pedro Ruiz: Silla, 1999. Objeto en madera y dibujoPedro Ruiz: Silla, 1999. Objeto en madera y dibujoDado que la mayoría de las obras de esta exposición nos hablan de experiencias personales, cabe preguntarse si alcanza a desarrollarse una gramática en el texto de la muestra que alcance a darle coherencia y sentido a tantas frases aisladas. En cuanto a Pedro Ruiz, es evidentemente mas contundente como conceptor y demiurgo que como participante en su propia obra: las pinturas de palmeras - referencia innecesaria al mundo natural - son intrascendentes como pintura, y se constituyen más bien en superflua escenografía. Las sillas, por el contrario, son claras como imagen, aunque la asociación obvia con los angelismos tan en boga en la cultura de la »nueva era« característica de este final de milenio (base con visitar cualquier librería - al vez en esto resida parte del éxito de la exposición del Museo Nacional) les resta contundencia y las dota de un aura light.

Pedro Ruiz: El Globo, 1999. Objeto en maderaLa obra individual mas interesante de la exposición, a mi parecer, es el globo en madera que sirve de imagen para el catálogo: la Biblioteca como universo, pero el universo de lo natural como la única Biblioteca necesaria para comprender el mundo, o por lo menos su esencia. La reflexión de Borges respecto al laberinto parece ser aplicable a la Biblioteca: ¿para qué construirla, si el universo ya es una?

José Roca

Imágenes - obras de Pedro Ruiz, todas de 1999:
- Mariposas. Mariposas disecadas, fotografía
- Sillas. Objetos en madera y dibujo en tinta
- El Globo. Objeto en madera


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