índice no. 13  -  Comentarios

30 de agosto de 1999

A continuación el artículo de Andrés Hoyos, publicado en El Malpensante # 17. Lo que está en mayúsculas corresponde a itálicas en el texto original. Me permití hacer unas breves glosas a algunas de sus afirmaciones, que coloco entre paréntesis. (Vea también mi introducción)

José Roca


Andrés Hoyos: Ante la euforia de la academia triunfante

(Andrés Hoyos es director de la revista »El Malpensante«)

Sigue la polémica sobre el llamado »arte contemporáneo«. Ahora incluye cartas cifradas, pastiches, claudicaciones, acusaciones de cursilería y hasta propuestas subversivas. En todo caso, se utilizan armas con el filo completamente mellado.

Gentes de muy variado pelaje asistieron en Bogotá, a fines de junio pasado, al cóctel de lanzamiento de Puntos de Cruce, la segunda convocatoria del programa Johnnie Walker en las Artes. La vieja Casa de Moneda del Banco de la República se vio engalanada por lindas niñas de falda rasgada, y aquí y allá se trabaron conversaciones animadas. Sólo faltó un buen trío cubano con timbales o un tipo con una trompeta que se dignara profanar el ambiente sacro del Banco, donde a estas alturas todavía está prohibido ingresar con un vaso de Whisky a las salas de la exposición, como si una vez adentro a alguien le fuera a dar por derrumbar el edificio con tan pérfido instrumento. También estaría la posibilidad de maltratar las obras de arte con el vaso, pero a la hora de la verdad eso es más fácil hacerlo, digamos, con un zapato. En fin, el cóctel resultó divertido; no tanto, lamentablemente, algunas de las implicaciones de lo que éste inauguraba.

Para comenzar, la presentación de la exposición advierte en forma perentoria que »en esta oportunidad la convocatoria a los artistas se hizo mediante invitación directa, SIN PLANTEAR RESTRICCIONES TECNICAS NI TEMATICAS« (el subrayado es mío - J.Roca), lo cual equivale a decir que los organizadores agacharon la cabeza ante los regaños que tuvo a bien propinarles la inefable señora Catherine David en el acta de premiación del año pasado. En aquella convocatoria habían optado por privilegiar la pintura y el color rojo, precondiciones, sobre todo la segunda, algo ingenuas, pero sabido es que en estos tiempos de supuesto espíritu universalista y pluricultural la ingenuidad es una amenaza que no deja de hacer fruncir muchos ceños académicos. Dada la buena promoción del evento y los jugosos premios otorgados (ya no les dicen »reconocimientos«, gracias a Dios), la ingenuidad de las chicas e ARTaim resultaba particularmente peligrosa. Era, por lo tanto, imperioso que la ideología hegemónica en el mundo del arte contemporáneo recuperara (la palabra »recuperar« es emblemática en estas huestes) el control del evento. Lo que se logró, sin lugar a dudas.

Veamos. Explican los organizadores en un boletín de prensa que »para diferenciarse de las convocatorias TRADICIONALES y enriquecer la INVESTIGACION en torno al arte contemporáneo, se designó a un grupo de curadores encargados de establecer los CRITERIOS TEORICOS para definir el contexto de la muestra y fijar las pautas de selección de los artistas invitados«. Bajo la apariencia ecuánime de la frase, los tres subrayados delatan de plano la presencia de la ideología mencionada. »Tradicional« aquí quiere decir viejo y desueto, y en últimas se refiere a la pintura y a la escultura, pese a que lo tradicional hoy en día es justamente lo contrario; o sea, la mezcla interdisciplinaria, o para decirlo de una manera más coloquial, el mazacote de peras y manzanas. En cuanto a la »investigación«, estamos una vez más ante la invocación de una palabra prestigiosa que ha sido sacada de contexto en forma abusiva. Un científico, social o exacto, investiga, así como lo hace Philip Marlowe el detective privado de Chandler o un policía diligente. Pero ¿qué demonios quiere decir »investigar« en relación con las artes plásticas? Un pintor no puede descubrir sus cuadros ya hechos en ningún lugar que no sea su cabeza, su mano y su estudio; lo máximo que puede »investigar« son algunos elementos para usarlos de collage. Muy por el contrario, un instalador sí encuentra sus objetos »significativos« aquí y allá, de modo que la intención sesgada del término »investigación« salta a la vista. En tercer lugar, eso de »criterios teóricos« es un eufemismo para decir justificación a priori del sancocho. Como se ha visto por las discusiones desatadas, aunque no siempre sostenidas, la claridad teórica en la curaduría brilla por su ausencia y ha sido sustituida por la jerga postmodernista, muy cuestionada en la actualidad. De resto, los guardianes de la nueva fe recurren mucho a las palabras »reto« y »desafío«, como si al decir que el proceso artístico es difícil estuvieran descubriendo el agua tibia.

Según otra fastidiosa costumbre implantada, las obras vienen explicadas en el catálogo y en los boletines de prensa. Entresacando una de dichas explicaciones, la de la escultura semiinstalación HAL IV, de Juan Fernando Herrán, leemos lo siguiente: »Herrán se ha planteado su trabajo como un proceso de investigación que gira en torno a problemas de contexto, y como un espacio que responde a inquietudes intelectuales surgidas de la condición del hombre ante el medio y sus prácticas culturales«. ¿Qué significa esto? Absolutamente nada.

De regreso al evento de premiación, una vez arreglado el IMPASSE de los criterios de invitación y aplacadas las amenazas de ingenuidad, la labor de los curadores estaba servida como un pavo navideño. Y a fe que el trío realizó en forma salomónica su labor: un premio para la pintura, un premio para un pintor que cambió de bando y un premio para una video-instalación. Ahora bien, mientras todo es plácemes y jolgorio en el falansterio académico por el atinado comportamiento de sus altos sacerdotes, a otros nos parece cada vez más doloroso el efecto que la línea ideológica del poder curatorial, sea ella salomónica o radical, está teniendo sobre pintores y escultores. En el último Salón Nacional vimos cómo Luis Luna camuflaba uno de sus cuadros tras una armazón de madera que resultaba totalmente irrelevante a lado del cuadro. Aunque Luis es un pintor que todavía no ha dado su do de pecho, asimismo es un trabajador incansable, lleva años dedicado a su trabajo, y como a nadie en su lugar le cae mal un premio, tal vez pensó que debía plegarse a los ukases secretos de los académicos con aquella lastimosa añadidura. El gesto fue insuficiente y la obra no fue premiada. Beltrán Obregón, otro que es pintor por familia y por formación, en la reciente Bienal de Bogotá se sintió obligado a ladear sus cuadros mediante unos paneles visiblemente superfluos. Los premios también le resultaron esquivos. En la exposición presente pasó a exhibir unas interesantes fotografías aéreas, medio que por razones tecnológicas es de mejor recibo para la ideología académica, y así haya descrito en detalle la manera de tomarlas, también en concordancia con las costumbres implantadas - utilizó un procedimiento ingenioso que por si fuera poco requería permiso de la policía -, tampoco fue premiado. Mucho menos fue premiada la bella serie SIN TITULO del dibujante José Antonio Suárez. Sus miniaturas y su perfeccionismo medieval resultan del todo extraños en los salones de la actualidad [nota a Hoyos: ¿no se enteró que José Antonio Suárez fue seleccionado, y presentado con éxito en la pasada Bienal de São Paulo?]. Por eso mismo fue excluido hace un tiempo de la pre-selección del premio Luis Caballero, por no apropiarse bien del espacio. Háganme el bendito favor, un concurso bautizado en nombre de un gran dibujante excluye a otro gran dibujante porque este no se apropia bien del espacio. [Otra nota a Hoyos: en el Museo Nacional se presentó no hace mucho una exposición sobre Luis Caballero; convendría que leyera las argumentaciones de Caballero mismo sobre la relación entre público, pintura y espacio, particularmente respecto a la obra que popularmente se conoce como la »Cámara del Amor«].

Ya en el tema de las instalaciones, en esta ocasión fue pasada por alto la video-sonido-instalación de Rolf Abderhalden, ganador de la más reciente Bienal de Bogotá. Compete decir que Rolf es un personaje muy talentoso, pero ante el espectáculo ofrecido a uno le queda la sensación de que ya es hora de que regrese de lleno al teatro, donde sus habilidades escénicas son y serían mucho más provechosas. En el espacio de LO DEMAS ES SILENCIO el espectador echa de menos los actores, al público teatral, así como algún tipo de narración. No basta, pues, con un largo mechero de gas para sustituir a Garrick, ni basta con un textico explicativo para sustituir a Shakespeare, cuyo imperecedero HAMLET viene sugerido en el título de la obra.

Pasando a los premios, uno le fue otorgado a Jorge González, un pintor joven con más futuro que presente, por sus seis retratos al pastel. Si bien González explora la condición mestiza de sus modelos y se le siente algún influjo saludable de las luminarias del QUATTROCENTO italiano, el resultado es todavía un tanto monótono. Comentaba algún INSIDER que este premio puede interpretarse como una condescendencia o un reconocimiento a la jodencia de quienes vienen (o venimos) diciendo que hay una conspiración video-instalacionista en la academia. Ignoro si lo primero será cierto, pero de lo segundo no tengo la menor duda.

El segundo premio, de los tres por igual categoría, fue otorgado a Danilo Dueñas por su ESPACIO PRESERVADO II. Aquí la complacencia académica resulta más clara: Dueñas es pintor por formación, pero en esta ocasión embarcó sus cuadros abstractos y sus pequeñas esculturas - varios de ellos pasables, pero como suele suceder con él nada del otro mundo - en un entorno »contemporáneo«, o sea que los encerró en una suerte de »cárcel del pueblo« de madera, y adicionó el conjunto con una insignificante mesa de libros misceláneos en inglés, entreabiertos y sin sobrecubiertas. Así pudo decir que en vez de pintura y escultura lo suyo era una »instalación con 4 paredes internas, mesa de madera cubierta de fórmica, libros, 3 tableros, obras realizadas por el artista y vidrio de seguridad«. Sin comentarios.

Claro, el tercer cheque fue para José Alejandro Restrepo, representante varias veces premiado de la más pura vertiente video-instalacionista en el país. Su CANTO DE MUERTE, que consiste en un par de pantallas enfrentadas sobre las cuales aparecen las imágenes de una cantaora indígena desdentada y de un boga, es una tomadura de pelo solemne y aburridora, a despecho de sus invocaciones a la mitología griega. Tiene, eso sí, un nítido aspecto demagógico porque con los objetos artísticos escogidos pasa por ser una lectura social y ecológica de la realidad. Aunque no contiene palabras comprensibles, el mensaje está claro y no por casualidad coincide con otro que fue desechado por la antropología hace cerca de cincuenta años, cuando se puso de presente su inmoralidad: nosotros los blancos, tan condescendientes que somos, hacemos como que nos interesan las minorías, los explotados y la naturaleza pero en últimas glorificamos nuestra propia visión del mundo, y si además se puede, le sacamos provecho personal.

Con todo, resultaron muy salomónicas las tres decisiones del jurado, quizá demasiado. Y es que, pensándolo mejor, el cambio de actitud que está asumiendo la academia puede interpretarse como una muestra de debilidad. La nueva política parece ser muy por el estilo de »divide y reinarás«. Ahora bien, yo no soy pintor y espero que no me acusen de ello pues me vería en serios aprietos a la hora de demostrarlo. Por ahí en la infancia esbocé tal cual dibujito de Tarzán al estilo de las tiras cómicas que salían en EL TIEMPO, y en la secundaria intenté unas acuarelas. La dificultad y el misterio del acto me resultaron evidentes. Y no sé, tal vez me siento influido por la reciente traducción de un texto doloroso y dramático (aparece en la misma edición de El Malpensante), en que a pocos meses de su muerte Gaugin escribe sobre su amigo Van Gogh y lo retrata para nosotros en su intransigencia singular, al tiempo que se autorretrata con el orgullo amargo de los últimos días. Con ellos en mente se me ocurre una idea que lamentablemente no va a prosperar: ¿porqué no rechazar incluso la línea salomónica y hacerle un boicot al aburrido mazacote? Me late, por ejemplo, que ni Van Gogh ni Gaugin se hubieran sometido a los ultrajes de una academia poderosa, que como todos los poderosos tiende a ser víctima del embrutecimiento que viene con el ejercicio del poder. No soy pintor, repito, pero si lo fuera me abstendría de participar en estos eventos pálidos e indecisos. Cabría incluso organizar una suerte de SALON DES REFUSES, que como se recordará hizo saltar en pedazos el arte oficial francés del siglo pasado y sirvió, menuda secuela, para que en su primera versión de 1863 Eduard Manet expusiera su DEJEUNER SUR L'HERBE. Yo no esperaría algo tan maravilloso como la aparición súbita de ese cuadro inmortal. Me contentaría con un buen olor a trementina en el ambiente. En todo caso, una verdad de a puño es que un artista serio no recoge migajas ni recibe premios de consolación.

Y continuando con otra versión del tema precedente, van unos cuantos comentarios que José Roca me lanza en su COLUMNA DE ARENA, incluido un paquete chileno que por desgracia no es obra del conocido artista por fax, Dittborn.

»Siempre pensé que (la discusión sobre el arte) era una estrategia de mercadeo de su revista, muy en consonancia con el tono provocador e irreverente que la caracteriza y que es en buena parte la razón de su éxito (más allá de las traducciones y las selecciones del Utne Reader)«. Hombre, nada hay más estimulante que sentirse apreciado por los lectores. En todo caso, agradezco el reconocimiento tardío a mis (mal)sanas intenciones.

»¿Qué es para Hoyos el Desnudo bajando la escalera? ¿Y el cuadrado negro de Malevich? ¿Son pintura de pura visualidad, arte por el arte, desprovistas de una reflexión crítica sobre la naturaleza de la representación? ¿No hay allí un concepto que problematiza la imagen y el ejercicio pictórico?«
Se trata, evidentemente, de una serie de preguntas desbarajustadas y sin ilación, pues yo no he dicho que la pintura sea pura visualidad, no estoy defendiendo el arte por el arte, y aparte de que la palabrita »problematiza« en ese contexto me resulta fastidiosa, puedo sin duda decir que hasta el techo de la Capilla Sixtina implica una visión de mundo, incluidas ideas sobre la creación del hombre, el más allá, la política, la sexualidad, y me detengo ahí porque no quiero ofender al público pensante.

Pero eso es una cosa y otra muy distinta es el llamado arte conceptual (a Roca le molesta la palabra »conceptualismo« y saca mil conclusiones sobre mis supuestos prejuicios sólo porque la empleo, de modo que se la rebajo) que quiere que las ideas sobrepujen y suplanten al contenido plástico. Piénsese por ejemplo en el Realismo Socialista que durante sesenta años atentó contra la buena literatura y se tendrá una idea de lo que quieren implantar en el arte plástico los partidarios de tan grande novedad teórica.

»Si se efectúa la crítica de un sujeto con herramientas críticas que no corresponden a la estructura conceptual con la cual éste fue concebido, se llegará sin remedio a un exabrupto«.
Me imagino que Roca concibió la frase en un acto de inspiración arrebatada. Sus lectores le estamos agradecidos. Le sugiero, no obstante, que aplique su descubrimiento a la física a ver si con él en mente Einstein hubiera podido concebir la teoría de la relatividad. [nota a Hoyos: hombre, justamente, Einstein enfrentó el asunto con parámetros que se distanciaban por completo de la forma como se habían concebido hasta entonces las nociones inamovibles de tiempo y espacio. Nice try...]

»La línea crítica a la que pertenece Hoyos es aquella que atacará la poesía contemporánea por su falta de rima, y la música atonal porque los acordes no son armónicos«.
No señor. La analogía no le cuaja, porque la »poesía contemporánea« - y la hay con rima, amigo Roca, siento decirle - y la »música atonal« - y hay una vertiente tonal sumamente contemporánea, también siento decirle, amigo Roca - utilizan medios análogos a las artes de cuyas tradiciones provienen. Si alguien quisiera vendernos »poesía« que se haga con pedazos de ladrillo o »música« que se haga cortando llantas viejas, pues lo más seguro es que encontrara a un público un tanto perplejo, puede que hasta vociferante. [nota a Hoyos: ¿nunca le contaron que existió algo que se llamó Dada? ¿nunca oyó hablar de Fluxus? ¿ni de Cage?] Entre otras cosas, la pintura sí fue en contravía de su correspondiente a la »rima« cuando abandonó temporal y polémicamente la figuración, pero de ello hace noventa años. Desde entonces va y viene.

»...no podemos dejarnos colocar en la posición de adversarios en una discusión que separe buenos y malos, reaccionarios versus progresistas, pintura versus instalación. Esta discusión no llevará a nada bueno«.
Lo lamento, pero la discusión está planteada y me parece no buena sino excelente. Cierto sí es que no separa a buenos de malos, a reaccionarios de progresistas (palabras esperpénticas que a estas alturas del partido sólo se usan cuando uno ya está en las últimas), sino a partidarios y adversarios de una manera de entender el mundo del arte, de fijar sus límites, de organizar sus eventos y de diseñar las pautas de su enseñanza. Yo insisto en que una video-instalación como las de José Alejandro Restrepo (a mí no me gustan, pero ése no es el hecho fundamental) es de una NATURALEZA distinta a la de un cuadro de Lucian Freud y por lo tanto debería desarrollarse y estar expuesta en un hábitat diferente. Sobra decir que hoy en día no es así, al punto de que hasta hace poco un estudiante universitario de arte podía »aprender« que la pintura había muerto y que lo otro era lo único que quedaba. [nota a Hoyos: pásese de vez en cuando por la Nacional; queda en la carrera 30 entre 53 y 26]

»Escindir 'la pintura y la escultura'(el 'gran árbol milenario', como con inefable pomposidad lo describe Hoyos) es una propuesta infantil, que hace pensar en aquel niño que en una discusión que sabe tiene perdida comienza a vociferar y a taparse los oídos diciendo: ¡no estoy oyendo! ¡no estoy oyendo!«. En orden inverso: sí estoy oyendo; no creo para nada que la discusión esté perdida; calificativos como »infantil«, salidos de la nada e injustificados me parecen sumamente adultos y lo de »inefable pomposidad«, frase que me devuelve Roca de una análoga que por mi parte le espeté, se la regalo si le apetece.

»La parodia era evidente para cualquier ojo medianamente entrenado, como lo demuestran los varios mails que recibimos cuando se publicó este artículo en la Columna de arena: '¿quien es este tipo Santos? ¿En qué país decimonónico vive?'. Los malpensantes publicaron la carta porque les caía como anillo al dedo: confirmaba sus prejuicios... Hemos querido señalar las flaquezas de una posición discursiva parodiando algunos de sus procedimientos, aquellos en los que consideramos que esa práctica tiene sus más lamentables debilidades. Y si nuestra falsedad trasciende, que sea para el provecho de esos 'Cervantes' que aún esconden sus mejores argumentos acerca del ejercicio artístico contemporáneo«.
Bueno, dejé para el final el tema de la cursilería. En el número inmediatamente anterior de El Malpensante publicamos una carta firmada por »Guillermo Santos« [ver esta carta] , recibida por Internet. La carta se editó, según se acostumbra en las revistas cuando las cartas son deshilvanadas o resultan demasiado largas o ambas cosas, pero de resto salió igual que cualquier otra. [Ultima nota a Hoyos: esto de la edición es falso, pues al tiempo que enviamos la carta a la revista se la mandamos a otras personas, previendo este argumento. Sin embargo, es clara la intención derogatoria detrás del comentario. En la nota que ustedes le mandaron a Santos le decían que era una lástima que la hubieran cortado, pues le habían quitado su gracia. ¿No se dan cuenta de lo que esto implica? ¿Que ustedes amañan las cartas recibidas, y las acomodan a su antojo? En fin, que juzguen sus lectores].

A poco andar nos enteramos de que se trataba de una pega, pues había sido cocinada en forma de pastiche a partir del texto de un alemán totalmente desconocido de principios de siglo. La delirante idea del autor - sí, lo adivinó el lector, el autor no era otro que el mismísimo José Roca - consistía en aplicarnos una medicina a su juicio semejante a la que Alan Sokal aplicó a la revista Social Text. Sólo que en este caso en dosis enana o perteneciente al género de tiro por la culata o disparo que me hago a los pies. Y es que comparar un episodio con el otro equivale a comparar un partido de futbolín, jugado con los amigos al calor de unas cervezas, con los partidos de fútbol de veras que se juegan en los estadios, pues ni siquiera un pedagogo insigne como José Roca ignora que las cartas son expresión exclusiva de los lectores, a veces incluso intercambio entre ellos, y que en ningún caso representan o comprometen la línea editorial de una revista. Hace poco, por ejemplo, el periódico El Espectador publicó una carta bastante airada de Carlos A. Lozano, director del semanario Voz y miembro del Comité Central del Partido Comunista, contra el columnista Eduardo Pizarro. ¿Significa lo anterior que el Grupo Santodomingo mudó de ideología y se volvió comunista? A lo mejor, pues cosas más raras se han visto en este pobre país. No obstante, tengo una sugerencia para Don Guillermo Santos de la Roca: deje usted el tono paternal que le va mal, abandone los ideales de trascendencia pues no están a su alcance y sobre todo no sea tan pretencioso. El buzón sigue abierto para sus amigos y sus pseudónimos, cólo que la próxima vez no se meta con Cervantes.

Sus comentarios pueden mandar directamente al eMail: columnadearena@egroups.com

 Columna 13



©  Texto: Andrés Hoyos, Columna de Arena: José Roca

Presentación en internet: Universes in Universe - Gerhard Haupt & Pat Binder
Veáse nuestro directorio de Arte de Colombia