índice no. 12
José Roca
Reflexiones críticas desde Colombia

Comentario a Columna 12 1 de diciembre de 2001
José Roca

A continuación el texto enviado por Juan Sebastián Ramírez, artista residente en Londres. Como ya lo he dicho anteriormente, la Columna parte siempre de un artículo que escribo sobre algún artista, exposición o tema. En ocasiones (como en este caso), los artículos generan respuestas de parte de las personas directamente concernidas, y a menudo de otras personas que responden, proponen o aportan a la discusión.

Como regla general, publico todo lo que se me envía, sin intervenir o editar los textos, aunque entiendo que para muchos se puede volver aburrido o ser visto como algo demasiado local. En los tres años que lleva la Columna, se han dado discusiones muchas veces, algunas más interesantes que otras, algunas más locales que otras.

Mi idea no es ventilar discusiones locales; más bien, me interesa que un asunto puntual (como puede serlo una exposición) llegue a tocar asuntos mas generales, como las posibilidades de acción cultural en tiempos de guerra (a partir de la entrevista a Jesús Abad Colorado), o los circuitos de difusión del arte (en el caso de la discusión sobre el Salón nacional).

Mi interés en el asunto Ospina/Díez radica, precisamente, en las ambigüedades que plantea la apropiación, en particular la obra »Viaje al fondo de la tierra«, a partir de la cual se generó el problema entre ellos.

En mi opinión, la idea original de Nadín Ospina fue superior a su resultado final. Lo más interesante del proyecto era la posibilidad de consolidar un contexto verosímil para las piezas »precolombinas«, invirtiendo el proceder de los viajeros alemanes Stubbel y Reiss, cuyos libros sobre Tiahuanaco y Ancón, por ejemplo, fueron ilustrados con detallados dibujos realizados por dibujantes profesionales en Europa, quienes nunca visitaron América y nunca vieron el paisaje o los objetos que representaban con tanta precisión.

Este procedimiento Borgiano sería similar al del artista francés Alain Bublex, quien desde hace más de una década viene realizando la documentación de Glooscap, un pueblo ficticio situado en algún punto de la costa de Canadá. Bublex ha realizado mapas (de distintas épocas), pinturas de personajes famosos, cartas postales, libros, documentos, etc., logrando un volumen significativo de información sobre este sitio, su geografía, sus habitantes, sus costumbres, su mitología, su arquitectura, etc. Este era el rumbo que siempre pensé que tomaría el proyecto »Viaje al Fondo de la Tierra«.

Creo que al haber derivado su proyecto hacia un escenario en donde la pintura juega un papel tan preponderante, Nadín malogró una salida interesante para su proyecto de simulación (histórica, museológica); los grabados del inca Guaman Poma terminaron siendo pequeñas pinturas realizadas con un sistema infográfico sobre lienzo (han podido ser un libro, o el simulacro de unos documentos). El bodegón »de Zurbarán« habría tenido más sentido en un contexto en el cual los demás objetos exhibidos hubieran sido mapas, diagramas arqueológicos en que se indicara el sitio en el cual las piezas habrían sido »encontradas«, fotografías de las excavaciones, esquemas, cuadros comparativos, libros, los diarios de los arqueólogos, etc. De hecho, la presentación de la exposición en un contexto más cargado (como un museo arqueológico o etnográfico, y no en el contexto »artístico« del museo de Arte Moderno de Bogotá) tal vez hubiera añadido una capa más de simulacro al proyecto »Viaje al Fondo de la Tierra«.

Creo que al reducirlo a un proyecto compuesto mayoritariamente de pintura, éstas se convirtieron en »obras«, distanciándose en cierto modo del proyecto original (en el que la obra es el conjunto). Tal vez es de allí de donde parte la reclamación de Díez; al ver sus bodegones siendo presentados como »pinturas« - que en mi opinión no lo son, si se entiende la obra como el conjunto completo que conformaba »Viaje al Fondo de la Tierra«, Díez se vio como el autor de ella.

En lo que respecta a la Columna, la disputa parece haberse reducido a un asunto económico, y considero que este espacio está para otro tipo de discusiones.

Para responderle a Juan Sebastián Ramírez, no creo que nadie haya hablado de un »escándalo«, ni mucho menos nos »tiene en suspenso«; es una discusión de hace dos años, que ahora resurge debido al componente legal, y que se ha ventilado a través de este espacio. Recordemos que uno de los capítulos centrales del libro de Douglas Crimp, »Sobre las ruinas del Museo«, se estructura en torno a un pleito legal: la destrucción del »Tilted Arc« de Richard Serra.

Comunicación de Juan Sebastián Ramírez

Creo que ya me estoy cansando de esta comidilla local del »escándalo« suscitado por el pleito entre Antonio Díez y Nadín Ospina.

Podría plantear varios ejemplos a favor de uno y otro.

Hace unos meses la escena del arte londinense también vivió algo parecido. Damien Hirst en su obra »Hymn«, muy pobre por no decir mas, copio en una mayor escala (quizás unas 500 veces as grande) y en bronce pintado un juguete de la anatomía del cuerpo humano. El creador de este juguete que en su momento lo patento, demando a D.H pidiéndole royalties sobra dicha obra. Finalmente la justicia inglesa fallo argumentando que D.H debía pagarle derechos de autor a dicho señor. Sin embargo el sabor que quedo entre la gente es que dicha demanda no hubiera tenido lugar si el autor de la obra hubiera sido un artista desconocido, pues antes todo Inglaterra había leído asombrada que Charles Saatchi había pagado un millón de libras esterlinas (+ o - 3500 millones de pesos) por el chispazo de D.H. A colación también viene la obra de Sherrie Levine quien fotografía obras de otros artistas. Sin embargo hasta donde se, S.L nunca ha sido demandada aunque las obras que ella fotografía poseen derechos de autor y para aparecer en publicaciones, esto debe hacerse con autorización previa (y posiblemente pagando derechos de autor).

Además viene al caso la obra de Richard Prince quien fotografía fotografías. Una de sus obras expuestas en la Tate Modern consiste en una foto de una publicidad de Marlboro, y aun una multinacional como la Phillip Morris parece no haberse interpuesto.

También viene al caso Jeff Koons que simplemente plantea a sus asistentes que cualquier idea generada en su taller/estudio pasa a ser de su propiedad.

Para no ir mas lejos, actualmente trabajo como asistente de una artista inglesa (Fiona Banner), y aunque no tenemos convenios como los que Jeff Koons tiene con sus asistentes, cuando hago algún aporte o propongo una idea que genera una modificación en su obra ya planteada con anterioridad, nunca reclamo co-autoria. De hecho no creo que ella misma lo considere. Yo por mi parte lo veo como un simple consejo a partir del cual ella decide lo que es pertinente. Este parece a mi ojos ser el caso de Nadín quien decidió que las maneras de Antonio Díez (llámense forma o estilo) tenían cabida en su obra.

Por otra parte no entiendo como A.D basa su alegato en su estilo que el mismo llama »zurbaranesco«. Acaso el considera su estilo como original cuando el esta copiando/imitando el estilo de otro? Es posible patentar un estilo? Ni siquiera las casas de moda como Dolce & Gabanna, Versace, etc.. (compañías interesadas exclusivamente el lucro) lo consideran, aunque año a año marcas mas baratas como Zara y H & M sacan imitaciones de los productos de las primeras. También viene al caso preguntarse si los polémicos bodegones »zurbaranescos« ejecutados para N.O forman realmente parte de la obra propia de A.D. A mi parecer este no es el caso.

Queda una ultima cuestión por la que la demanda por co-autoria nunca debió tener lugar y esta es una cuestión meramente ética. El problema parece radicar en que A.D no quiere aceptar la apropiación como una manera mas de hacer arte, siendo que sin embargo se apropia del estilo de Zurbarán. Creo que es claro en el mundo del arte que dos cosas perfectamente iguales a nivel visual pueden ser diferentes. La diferencia radica en el contexto y por ende contenido que cada artista le atribuye a dichos objetos.

Para finalizar, debo dejar en claro que no estoy ni a favor de A.D ni de N.O, pero en cuanto a lo de la co-autoria el asunto no tiene pies ni cabeza. Sin embargo si N.O le incumplió a A.D en su promesa de darle un porcentaje económico sobra la venta de las pinturas realizadas por A.D, considero que debe pagar y ojalá bien caro porque para eso ha sabido lucrarse de la perpetua repetición de su obra. Aunque esto ya es un asunto meramente legal que no debería tener en suspenso a la escena del arte nacional.
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©  Textos: autores, Columna de Arena: José Roca

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